A pesar de lo breve de la información, se nos ocurren un par de consideraciones. La primera, ¿hasta donde un poder del Estado, en este caso el Judicial, puede impedirle a una empresa el ejercicio de una actividad lícita, como en este caso la promoción de ventas de sus productos? Entendemos que este poder debe ejercerse con verdadera discreción y cuidado. En el caso desarrollado podemos ver que, la preocupación de un pequeño grupo de presión pretende imponer su punto de vista sobre un universo de personas que, eventualmente, pueden no estar de acuerdo con el mismo. Además, podría darse el efecto contagio en cuanto que otras técnicas de marketing podrían ser consideradas nocivas o perjudiciales. Pensemos solamente en el desarrollo de la ubicación estratégica de los productos en las góndolas de los supermercados. Si a un grupo de personas se le ocurriera que dicha disposición fomenta el consumo de determinados productos, y le solicitara a la Justicia su modificación, y esta aceptara tal argumento, estaríamos limitando seriamente la libertad empresarial de organizar su negocio para obtener el mayor beneficio posible.
La otra cuestión, y que hace al título de nuestro post, habla de la responsabilidad de los padres en función de sus hijos. ¿Estamos asistiendo a una cada vez mas creciente delegación de tareas propias de los mismos en el Estado? Creemos que si. Que, como en el caso que nos ocupa, una madre tenga que recurrir al poder jurisdiccional para que haga lo que a ella le corresponde, es decir, ponerle límites a sus hijos, es por lo pronto una afirmación de tal hipótesis. Y de un facilismo que asusta. Parece ser un signo de los tiempos. Esperar todo del Estado, de alguien mas que cuide de nosotros y de los nuestros. Dejar nuestra responsabilidad como padres para asumirnos mas como amigos o pares de nuestros hijos. Y lo mismo sucede en relación al control de las herramientas tecnológicas, en especial Internet. Se pretende que las empresas, el Estado, controlen todo lo que se publica y sube a la misma, en beneficio y protección de los menores. Es correcto que el Estado proteja al más débil, a quien tenga menores posibilidades. Pero de allí a pretender reemplazar a los padres y su patria potestad hay un largo trecho. La primer defensa contra los peligros de la Internet (y cualquier otro, como el de comer repetidamente comida chatarra) debe comenzar en casa. Con educación y control. Trabajando en conjunto con otros padres y con la escuela. En definitiva, reasumiendo nuestra responsabilidad como padres. Ser padres, que es lo que nuestros hijos nos piden.
Fuente: Los Angeles Times http://www.latimes.com/business/la-fi-happy-meal-20101216,0,5468083.story